A todo ser humano nos produce satisfacción alcanzar las metas que nos proponemos o imaginamos, por lo tanto, el temor al fracaso, a no lograr los objetivos propuestos, nos conecta con nuestras creencias limitantes, lo que aprendimos que deberíamos ser y hacer. El líder no está vacunado contra estos temores, solo desarrolla habilidades y competencias para enfocarlos.

Según el psicólogo Piers Steel, autor de La Ecuación Procrastinadora, “cada vez que la persona decide trabajar, la recompensa se evalúa dos veces”. Ésta doble evaluación genera un choque neuronal sobre lo que “debemos” y lo que queremos o nos provoca hacer, gatillando fallas en la autorregulación, distorsiones en la autoimagen y en la imagen que pensamos tienen los demás sobre nosotros, generándose un círculo vicioso del que nos cuesta mucho salir.

Una mala gestión del tiempo y la común Procrastinación, activan los centros del dolor de cerebro, afectando no solo a la gestión laboral y los resultados, sino también la vida personal de ejecutivos y colaboradores. Instintivamente dejamos de hacer la tarea que nos genera “dolor” y enfocamos nuestros pensamientos hacia algo que nos evite esa emoción.

El neurocientífico Tim Pychyl sostiene que esto ocurre porque en el cerebro , cuando se difiere algo, compiten entre sí, el sistema límbico con el córtex prefrontal . Esta situación es una de las causas que no nos permite establecer prioridades; al disminuir la capacidad de raciocinio el instinto nos conduce a buscar mantener equilibrio en todas las áreas de la vida, llevándonos a procrastinar las actividades que nos generan una molestia.

Algunos estudios señalan que el origen de este comportamiento está relacionado principalmente con:

Las Expectativas.

Estas modelan la experiencia directa del mundo, determinando lo que percibimos y cómo lo percibimos, afectando el modo de reaccionar ante las diversas situaciones. Lo que quiere decir que en mayor o menor grado nuestras creencias determinan el modo en que el mundo, las cosas y los eventos nos afectan.

La demora de la satisfacción.

La recompensa inmediata es siempre más atractiva, al sistema límbico le concierne la recompensa inmediata, cuando se aplaza algo, instintivamente opaca al córtex prefrontal tomando el control, ignora el objetivo y busca otra actividad que le proporcione bienestar inmediato.

A decir del neurocientifico, profesor de ciencias de la Universidad de New York y director de Instituto del Cerebro Emocional de New York, Joseph Ledoux “La emoción es más potente que la razón”, la emoción llega a controlar en pensamiento porque hay mucho más fibras nerviosas que van de la amígdala al córtex, que en sentido contrario, se hace necesario reforzar mediante la palabra, las señales que van del neocórtex a la amígdala.

Apoyándonos en la neuroplasticidad del cerebro y una de las frases del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), “Todo lo que resistes, persiste”, proponemos descartar el concepto de “combatir un enemigo”, y veamos la Procrastinación como una brecha de aprendizaje.

Asimismo, el Mindfulness o Atención Plena (filosofía de vida que incluye la práctica de la meditación juntamente a varias técnicas de relajación) puede cambiar la comunicación entre diferentes regiones del cerebro. Favorece respuestas más reflexivas, lo que llamamos claridad mental por la gran variedad de beneficios que proporciona: reducción de estrés y ansiedad, aumento de empatía y habilidades sociales, reducción de dolor crónico, efectos equiparables a los antidepresivos, mejora de la presión sanguínea, incremento en la densidad de la materia gris, mejora de la recuperación física, regulación emocional, equilibrio del sistema nervioso, entre otros.